lunes, 5 de noviembre de 2007
PARA QUERER A VENEZUELA PARTE II
Habiamos quedado en que llegamos a Mérida y nos residenciamos en el Páramo La Culata. Allí vive la familia de Jaime. Su mamá, su tía Nora y su hermano. Además, en la parte de atras de la casa, el hermano tiene una fabrica de muebles country. Hacen muebles bien cheveres y distintos a lo que comúnmente vemos por la calle.
La mañana transcurrió conversando con la familia de Jaime. Hasta que llegó la hora del almuerzo. Teníamos hambre. Los pastelitos habían pasado al olvido. Nos sentamos a almorzar y de repente, la tia Nora me pone una bebida para acompañar el almuerzo. Pensé que era chicha andina. Y agarro mi vaso y me echo un buen trago.....ñooooo. Era jugo de guanábana. Por la cara que puse, todos se quedaron mirándome.
¿Que le pasó? me preguntó la mamá de Jaime.
Y yo con el liquido en la boca, tratando de disimular, me sonreia, y ellos, todos me veían. Y tragué fuerte. Jaime se dio cuenta y me quitó el jugo. Y les conté que nunca en vida he podido tomar jugo de guanábana. No me pasa de la garganta.
Bueno, la tia Nora preparó jugo de mora y ese si me lo tomé.
En la tarde, Jaime y Yo bajamos a Mérida a comprar algo para tener que comer y no causarle molestias a la familia. Recorrimos parte de Mérida. La tarde estaba lluviosa. Pero Mérida siempre está linda, limpia, alegre, se siente la juventud, se respira vida, movimiento, alegría. Mérida tiene esa particularidad. Ya al final de la tarde, cuando empezaba a oscurecer fuimos a visitar a unos amigos de Jaime que tienen un restaurant muy peculiar, se llama: LA ABADIA. Y su decoración es como un monasterio antiguo, como una abadia, misteriosa, lúgrube, en penumbras. Causa cierto escalofrio. Conversamos con los amigos, nos tomamos unos jugos y quedamos en regresar cuando llegara nuestra flamante Editora. Ella no viajó con nosotros por compromisos contraidos.
Regresamos a la casa de Jaime y ya estaba entrada la noche. El frio se hacía sentir.
En la parte de atras de la casa, a mano derecha había una cabañita. Y allí nos tocaba dormir. LLevamos nuestras maletas y nos instalamos. Al abrir la puerta nos torpezamos con la mesa del comedor, que estaba a la derecha de la entrada. A mano izquierda, una cama doble, de esas que uno saca un colchón que está debajo del colchón principal. Ustedes me entienden. Al lado del comedor está la cocina, una nevera, y una pequeña vajilla. Al frente de la entrada, pasando hacia la cocina está una escalera que nos lleva a un segundo piso, donde está el cuarto principal y uno más pequeño pasando un pequeño puente de madera, con una cama chiquitita. Al lado de la escalera, en el piso de abajo está el baño. Tenía de todo la cabaña. Pequeñita pero con todas sus comodidades. Me trajeron una cobija de esas andinas, gruesas y le pedí por favor traiganme dos más. ¡Yo no pienso pasar frio! Me puse mi indumentaria para dormir y coloqué dos de aquellas inmensas cobijas, una sobre la otra. La tercera la puse a un ladito de la cama, por si acaso. Por supuesto, a mi me tocó dormir abajo. Y jaime y su esposa en el cuarto grande, arriba. Nuestra querida Editora, Luisa F. dormiría en la camita pequeña porque ella, Luisa F. es chiquitita.
Subí un rato al piso de arriba a ver un poco de televisión, invitado por Jaime y su esposa. Hasta que me dio sueño, ya que Yo no había dormido en toda la noche.
Me acosté en mi cama y me eché aquel par de cobijas y así como me acosté, amenecí. No me moví en toda la noche. Porque el frio era espectacular.
Nos levantamos temprano, eran como las 7AM. Abrí la puerta de la cabaña y salí a ver el espectaculo que es El Páramo La Culata. La mañana estaba despejada. Al frente de donde yo estaba parado, se veía parte del Pico Bolivar. Y a mis espaldas el Páramo La Culata, y a mi izquiera, ese inmenso valle que forma La Culata, con los campos verdesitos y llenos de ganado. Respiraba profundo, aire puro. ¡Esto si es aire puro! Las típicas casitas anditas, rodeadas de muros de piedras, la gente lugareña empezando a hacer lus labores. Y al ratito de estar parado allí, disfrutando de semejante espectaculo natural, llegó la Tia Nora con una tasa de chocolate verdaderamente exquisito. ¿Que más podia pedir?
Jaime y Yo teníamos que bajar a Mérida a buscar a Luisa F. que llegaba hoy en la mañana. Desayunamos y nos fuimos. Llegamos al terminal de pasajeros, esperamos casi una hora hasta que llegó.
Ya en el carro, discutimos el itinerario de trabajo. Teníamos el tiempo contado. Lo primero que ibamos a hacer, despues del almuerzo era visitar las instalaciones del PAT: Programa Andes Tropicales. Esta gente está haciendo una labor super especial, dando a conocer nuevas rutas ecoturísticas, que promocionan los pueblos andinos, sus costumbres y sus riquezas. Ellos, el PAT, colabora con nuestra revista, enviandonos artículos espectaculares sobre el trabajo que ellos ejecutan. Luego de visitar el PAT, debíamos ir a entrevistar al propietario del SPA La Sevillana, el cual está via La Azulita. Y al finalizar esta visita, teníamos que pasar por La Abadía nuevamente.
PD: La foto pertenece a EL PARAMO LA CULATA.
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