domingo, 17 de febrero de 2008

LA MISERIA HUMANA.


Esto lo encontré en un libro viejo que me prestó un vecino.
Se trata de un hombre que buscaba LA VERDAD. Y en esa búsqueda viajó por regiones de este planeta donde antiguamente hubo grandes civilizaciones de gran desarrollo y hoy en día lo que existe es ruinas y miseria.
Una noche, a este hombre, contemplando las ruinas de lo que fue una de esas grandes civilizaciones, se le apareció un espíritu, y éste le respondió su gran interrogante….
¿Hasta cuando importunará el hombre a los cielos con sus injustas quejas?
¿Hasta cuando acusará con vanos clamores a la suerte de ser la causa de sus desgracias?
¿Estarán siempre sus ojos cerrados a la luz y su corazón a las impresiones de la verdad y de la razón?

Por todas partes se presenta a él esta verdad luminosa y él no acierta a distinguirla; el grito de la razón hiere sus oídos y obstinado no la escucha.
¡Hombre injusto! Sí pudieras por un momento suspender el prestigio que fascina tus sentidos, si tu corazón es capaz de comprender el lenguaje del raciocinio, interroga esas ruinas, lee en ellas las lecciones que te presentan. Y vosotros, testigos de veinte siglos diversos, templos santos, sepulcros verdaderos, menos antes gloriosos, comparad ante el tribunal de la naturaleza misma; venid al juicio de un entendimiento recto a deponer contra una acusación injusta; venid a confundir las declaraciones de una falsa sabiduría o de una piedad hipócrita, y vengad los cielos y la tierra del hombre que los calumnia.
¿Quién es esa ciega fatalidad que sin regla y sin leyes se burla de la suerte de los mortales? ¿Quién es esa necesidad injusta que confunde el éxito de las acciones, el de la prudencia y el de la locura?
¿Qué vienen a ser esos anatemas celestes lanzados sobre las regiones? ¿Dónde está esa maldición divina que perpetua la desolación de estos campos? Decid, monumentos de los tiempos pasados ¿Han cambiado los cielos sus leyes, y la tierra el curso de sus operaciones?
¿Ha extinguido el sol, por ventura, los fuegos que vivifican el orbe?
¿Los mares no elevan del mismo modo las nubes?
¿Las lluvias y los rocíos se quedan acaso estancados en el aire?
¿Retienen las montañas sus manantiales? ¿Se ha agotado el agua de los arroyos? Y las plantas, ¿Están privadas de semillas y frutos? Responded, raza de mentira y de iniquidad, ¿Ha turbado Dios aquel orden primitivo y constante que asignó EL mismo a la naturaleza? ¿Ha negado el cielo a la tierra, ni la tierra a sus habitantes, los bienes que antes les concedieron?
Si nada ha variado en la creación, sí los mismos medios que existieron siempre subsisten todavía, ¿En que consiste que las generaciones presentes no sean lo que fueron las antiguas?
Ah, y cuan injustamente acusáis a la suerte y a la divinidad. ¡Es una sin razón atribuir a Dios la causa de vuestros infortunios. Decid, raza perversa e hipócrita: Si esos lugares están desolados y si estas ciudades poderosas se han convertido en soledades, ¿Es acaso Dios el que ha promovido su ruina? ¿Es su mano la que ha destruido estas murallas, derribado templos y mutilado estas columnas, o bien es la mano asoladora del hombre?
¿Es el brazo de Dios el que ha llevado el acero a los pueblos, el fuego a los campos, el que ha matado al pueblo, incendiado las miéses, arrancado los arboles y talado los campos o bien el brazo del hombre furibundo?
Cuando después de la devastación de las cosechas ha sobrevenido el hambre, ¿Es la venganza de Dios la que la ha enviado, o la imprudencia del hombre?
Cuando la guerra, el hambre y la peste han arrebatado los habitantes, si la tierra ha quedado desierta, ¿Es Dios el que la ha despoblado?
¿Es acaso su codicia la que roba al labrador, desola la tierra productiva y aniquila sus frutos o bien la codicia de los que gobiernan?
¿Es su orgullo el que suscita las guerras homicidas o el orgullo de los reyes y de sus ministros?
¿Es la banalidad de sus resoluciones la que trastorna la suerte de las familias o la corrupción de los órganos de las leyes? ¿Son, en fin, sus pasiones, las que, bajo mil diversas formas atormentan a los individuos y a los pueblos o son las pasiones de los hombres mismos?
Y si en las angustias de sus males no encuentran estos los remedios, ¿Es la ignorancia de Dios la que debe culparse o la suya?
Cesad pues, oh mortales, de acusar la fatalidad de la suerte o de los juicios de la divinidad. Si Dios es bueno, ¿Podría EL ser autor de vuestro suplicio? Si es justo, ¿Será cómplice de vuestras iniquidades? No, no, la fatalidad de que el hombre se queja no es la fatalidad del destino; la oscuridad en que su razón se extravía no es la oscuridad de Dios; el origen de sus calamidades no puede hallarse en los cielos; está muy cerca de él, está sobre la tierra, no se oculta en el seno de la divinidad, si no que reside en el hombre mismo y lo lleva en su corazón.
Tu murmuras y dices: ¿Cómo es posible que pueblos infieles hayan gozado de los beneficios de los cielos y de la tierra? ¿Y como lo es que unas generaciones santas sean menos felices que los pueblos impíos? Hombre obcecado, ¿Dónde está la contradicción que te escandaliza? ¿Dónde el enigma que atribuyes a la justicia de los cielos?
Yo te entrego a ti la balanza del premio y el castigo, de las causas y de los efectos. Dime: cuando estos infieles observan las leyes del cielo y de la tierra; cuando ellos arreglaban sus labores oportunos, según el orden de las estaciones y el curso de los astros, ¿Debía Dios trastornar el equilibrio del mundo para burlarse de su cuerdo y prudente manejo? Cuando sus manos cultivaban estos campos con esmero y con fatiga ¿debía negarle las lluvias y el rocío fecundantes y hacer crecer en ellos sólo espinas?
Cuando para fertilizar este árido suelo, su industria construía acueductos, excavaba canales y traía a través del desierto las aguas muy lejanas, ¿debía secar por ello las fuentes de las montañas? ¿Debía arrancar las mieses que el arte hacía nacer, devastar los campos que la paz poblaba, destruir las ciudades que el trabajo engrandecía y turbar, en fin, el orden establecido por la sabiduría del hombre? ¿Y que viene a ser esa infidelidad que fundó los imperios por la prudencia, las defendió por el valor y los afirmó por la justicia; que levantó ciudades poderosas, formó puertos profundos, desecó marismas pestilentes, cubrió la mar de naves, la tierra de habitantes y semejante al espíritu creador esparció el movimiento y la vida sobre el mundo?
¿Si tal es la impiedad, que será la verdadera creencia? La santidad, ¿Consiste acaso en destruir?
El Dios que puebla el aire de aves, la tierra de animales, las ondas de reptiles; El Dios que anima la naturaleza entera, ¿Es un Dios de sepulcros y ruinas? ¿Pide la devastación por homenaje y por sacrificio los incendios?
¿Quiere recibir gemidos por himnos, homicidas por adoradores, y por templo un mundo desierto y asolado? He aquí, sin embargo, castas santas y fieles, cuales son vuestras obras; he aquí loas frutos de vuestra decantada piedad. Vosotros habéis arruinado los pueblos, quemado las ciudades, destruido las mieses, convertido la tierra en soledad; y pedís ahora el salario de vuestras obras.
Será preciso sin duda ofreceros milagros; será forzoso resucitar los labradores que habéis degollado, levantar los muros que habéis derribado, reproducir las mieses que habéis destruido, reunir las aguas que habéis esparcido y contrariar, en fin, todas las leyes de los cielos y de la tierra, leyes establecidas por Dios mismo para demostración de su magnificencia y de su grandeza; leyes eternas anteriores a todos los códigos y a todos los profetas; leyes inmutables que no pueden alterar ni las pasiones ni la ignorancia del hombre; pero la pasión que las desconoce, la ignorancia que no observa las causas, que no prevea los efectos, ha dicho en la necedad de su corazón “TODO VIENE DEL ACASO; UNA CIEGA FATALIDAD DERRAMA EL BIEN Y EL MAL SOBRE LA TIERRA, SIN QUE LA PRUDENCIA Y EL SABER PUEDAN EVITARLO”. O bien, adoptando un lenguaje hipócrita, han dicho: “TODO VIENE DE DIOS, QUE SE COMPLACE EN ENGAÑAR LA SABIDURIA O EN CONFUNDIR LA RAZÓN”. Y la ignorancia entonces ha podido aplaudirse en malignidad. “Así, ha dicho ésta: yo me igualaré a la sabiduría que me ofende, Yo hare inútil la prudencia que me importuna” Y la codicia añade: “ASI OPRIMIRÉ AL DEBIL, DOMARÉ LOS FRUTOS DE SU TRABAJO Y PODRE DECIR: DIOS ES EL QUE LO HA DECRETADO, LA SUERTE LO HA QUERIDO”
Mas, Yo juro por las leyes del cielo y de la tierra, y por las que rigen el corazón humano, que el hipócrita no podrá lograr su iniquidad, ni el injusto su feroz intento. Antes cambiará el Sol su curso que la necedad prevalezca sobre la inteligencia y el saber, y que la aquedad pueda más que la prudencia en el arte delicado y profundo de proporcionar al hombre sus placeres verdaderos y de sentar su felicidad sobre bases permanentes.


Y ahora digo Yo: “HE AQUÍ LA MISERIA HUMANA RETRATADA EN SU JUSTA TOTALIDAD”
Esa miseria humana que nos ha acompañado desde el comienzo de la humanidad. Esa miseria humana que ha acabado con pueblos enteros, que ha acabado con hombres y mujeres de gran valor espiritual. Esa misma miseria humana que mató a ABEL.
Esa miseria humana que mató a Jesús de Nazaret. ¿Cuánta mentira se le creó a Jesús para acusarlo de todo lo que lo acusaron y llevarlo a la crucifixión?
Si mal no recuerdo fue María Antonieta, esposa del Rey de Francia Luis XVI, quien dijo al momento de ser llevada a la guillotina: “LIBERTAD, ¿CUANTOS CRIMENES SE HAN COMETIDO EN TU NOMBRE?”
Esa misma miseria humana que acabó con SIMÓN BOLÍVAR.

...continuará...

viernes, 15 de febrero de 2008

HOLA A TODOS Y A TODAS...

Hola a todos y a todas mi amistades. Creo que les debo una disculpa por haberme perdido por casi un mes. Pero es que llego a mi casa, me pongo a revisar mis correos, que son bastantes, gracias a Dios, y tan variados, que casi siempre termino peleando con algunos de mis amigos por cuestiones de diferencias políticas.
Y con esta arremetida tan feroz que han lanzado los medios de comunicación contra el Presidente Chavez, pues ya se podrán imaginar ustedes las batallas que hay que librar con cada uno de mis amigos, (contra los que no creen en el Presidente Chavez, por supuesto).
Entonces, cuando quiero sentarme a escribir algo para ustedes, pues, tengo tanto lio en la cabeza, que lo que deseo es acostarme a descansar.
Pero, para EL DOMINGO próximo (17-02-08) les tengo algo verdaderamente interesante.
Les ruego que me esperen hasta ese día.
Un gran abrazo para todos y todas.